Mil mariposas by Sark M.C

Mil mariposas by Sark M.C

autor:Sark, M.C. [Sark, M.C.]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2014-09-22T22:00:00+00:00


Cuando terminó de leer, alzó su mirada y se encontró con los ojos de Judith fijos en él.

―Espero que me digas que todo es una burla y que esta carta no significa nada ―dijo ella.

―Me temo que no puedo hacer eso ―confesó Jean.

Ella se echó hacia atrás en la silla y durante unos segundos se quedó callada. Se la veía cansada, con ojeras y un tanto asustada.

Como si hubiera tenido una revelación, se incorporó y mirándole a los ojos le dijo: ―Y qué pintas tú en todo esto. ¿Quién eres?

―Como dice tu abuela, una mano amiga.

Ella volvió a capturar su mirada como si intentase averiguar que había tras aquellas palabras pero Jean Jacques no añadió nada más.

Como parecía que ella no iba a decir ni una sola palabra, directamente Jean le preguntó:

―Y bien… ¿Qué conclusiones sacas de todo esto?

―¿La verdad? Que mi abuela estaba como una cabra y que tú solo pretendes asustarme al seguirle el juego.

Cogió la carta, que estaba aún sobre la mesa, la dobló y la metió en el sobre. Tomó su último sorbo de café y tomando su mojada gabardina y su bolso, se levantó.

―Espera, Judith. Siéntate un momento. Dame un minuto nada más.

Ella se quedó parada un instante, pensando en si debía o no confiar en el joven. Al final, resolvió escuchar las últimas palabras de su abuela y volvió a sentarse pero no dejó su bolso ni la chaqueta.

―Está bien. Te concedo ese minuto.

―No voy a pedirte que creas a pies juntillas lo que tu abuela escribió; eso lo irás comprobando por ti misma. Solo quiero qué te leas estos libros ―dijo al tiempo que ponía la pequeña mochila que tenía junto a él sobre la mesa―. Qué te pongas este medallón ―añadió mientras extraía de la mochila una pequeña bolsa de terciopelo―, y qué me llames si sientes o ves algo extraño a tu alrededor.

Ella se quedó mirando los libros y la bolsita. Estiró su mano y la cogió de un extremo, volcando su contenido sobre la pulida madera de la mesa.

Una fina cadena de oro con un pequeño medallón que parecía muy viejo apareció ante sus ojos.

―¿Qué es eso? ¿Un amuleto o algo parecido?

―No. Mi familia es muy antigua, y ese es mi emblema. Si te surge cualquier contratiempo, digamos «sobrenatural», quiero que lo uses para identificarte. Si lo aceptas tendrás mi protección.

―¿Tu «protección»? ―preguntó con ironía.

―Sí. Y es importante. ¿Lo harás? E intentó darle a su voz la inflexión justa para que no notase que intentaba manipular su mente, pero ella se tensó como si hubiera sentido algo.

Alargó su mano y cogió la joya. La miró y respiró profundamente.

―Está bien. Supongo que no puede hacerme daño llevar un collar.

―Gracias.

Empujó el paquete de libros y ella lo tomó.

―Llámame.

Jean se levantó, fue hasta la barra, pagó las consumiciones al camarero y se marchó. Al salir, por el rabillo del ojo vio cómo ella le hacía una foto con el móvil. Sonrió para sus adentros y salió del local.

En la mesa, con la cadena aún entre los dedos Judith estaba pensativa.



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